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En los sesenta, muchos científicos creían que, durante el desarrollo embrionario, a medida que las células se diferenciaban en músculos, hueso, sangre, etc., iban perdiendo genes. Es decir, que en una célula de piel sólo quedaban los genes propios de las células de piel y que los otros se perdían. Eso, hasta que el investigador inglés John Gurdon realizó un experimento revolucionario en 1962: le sacó el material genético (el núcleo) a células intestinales de una rana adulta y lo implantó en un óvulo de otra rana, al que antes le había extraído el núcleo. Contradiciendo lo esperado, el material genético adulto se “reprogramó”, el óvulo empezó a dividirse y dio origen a varios renacuajos. Nadie hablaba de clonación todavía, pero lo que Gurdon hizo fue clonar una rana a partir de una célula diferenciada y, con ello, demostró que cualquier célula mantiene toda la información genética original. “Lo que pasa en la diferenciación es que un set de genes se enciende y empieza a funcionar y los otros se apagan –explica Manuel Santos–. Pero el resto no se pierde”. Décadas después, el nacimiento de Dolly reconfirmó lo anterior en un mamífero mayor. Hoy, la técnica inaugurada por Gurdon se conoce como clonación por transferencia nuclear. En resumen, consiste en retirar el núcleo de un óvulo no fecundado para sustituirlo por el de una célula asexual de un organismo adulto, masculino o femenino –en el caso de Dolly, de una mama, y en la investigación de los surcoreanos, el de las células que envuelven al óvulo–. Luego, con la ayuda de un impulso eléctrico o químico, el material genético adulto se “reprograma” y el óvulo comienza a dividirse como si hubiese sido fecundado. No se sabe por qué ocurre la reprogramación, pero se estima que ciertos factores presentes en el citoplasma, probablemente proteínas, le ordenan al núcleo que empiece el desarrollo embrionario.
desde las ranas a los humanos, saludos Rodrigo González Fernández, bioet.blogspot.com
BIOÉTICA: estudio sistemático de la conducta humana en el área de las ciencias humanas y de la atención sanitaria, en cuanto se examina esta conducta a la luz de valores y principios morales. Rodrigo González y un grupo de profesionales crea cursos, charlas conferencias en estas materias.Dirigidos a empresas, organizaciones , gobiernos SOLICITARLAS celular: 93934521 SANTIAGO,CHILE
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martes, octubre 18, 2005
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Más allá de los pro y los contra, es difícil ponerle un cerco legal a la ciencia y a sus imprevisibles adelantos. “El problema jurídico no es tanto un problema de prohibición –opinó al respecto Fernando Mantovani, catedrático de Derecho Penal de la Universidad de Florencia–, sino más bien un complejo problema de límites de licitud, es decir, de una reglamentación que asegure los beneficios y que evite los daños para el hombre”. Por eso, quizás sea una buena idea establecer un comité permanente de expertos en bioética que analicen los desafíos que vayan surgiendo a medida que avanza la genética. Es lo que hizo Francia en 1994 y es lo que contempla el proyecto chileno en discusión. Porque nadie puede adivinar qué maravillas, o aberraciones, nos depara el futuro científico.
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Más allá de los pro y los contra, es difícil ponerle un cerco legal a la ciencia y a sus imprevisibles adelantos. “El problema jurídico no es tanto un problema de prohibición –opinó al respecto Fernando Mantovani, catedrático de Derecho Penal de la Universidad de Florencia–, sino más bien un complejo problema de límites de licitud, es decir, de una reglamentación que asegure los beneficios y que evite los daños para el hombre”. Por eso, quizás sea una buena idea establecer un comité permanente de expertos en bioética que analicen los desafíos que vayan surgiendo a medida que avanza la genética. Es lo que hizo Francia en 1994 y es lo que contempla el proyecto chileno en discusión. Porque nadie puede adivinar qué maravillas, o aberraciones, nos depara el futuro científico.
FUENTES DE CELULAS MADRES:
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Hay menos claridad con la llamada clonación terapéutica, el uso de la misma técnica pero con el fin de obtener embriones que aporten células troncales –aquellas indiferenciadas capaces de convertirse en órganos y tejidos para transplantes–. Los investigadores de Corea probaron, por primera vez, que es posible cultivarlas en un laboratorio y convertirlas en tejidos específicos. La reacción del mundo ha sido más de asombro que de rechazo, porque este experimento abre la posibilidad de tratar una serie de enfermedades que aún no tienen cura. Por ejemplo, se podrían producir tejido para reemplazar las neuronas muertas en un paciente con Parkinson, o células islotas que produzcan la insulina faltante en un diabético. Y como los trasplantes portarían el material genético del propio paciente –el donante del núcleo transferido– no se produciría rechazo inmunológico. Objeciones científicas: La eficacia de las llamadas terapias celulares ha sido bien probada en animales, pero no en humanos. “Y no necesariamente lo que resulta en animales también resulta en nosotros”, comenta el doctor Santos. Además, queda por confirmar si tienen efectos secundarios adversos. El mayor riesgo, añade el médico de la Católica, es que no todas las células transplantadas se alojen en el órgano enfermo, sino que algunas se instalen en tejido sano, proliferen y den origen a un tumor. Objeciones éticas: Para extraer las células troncales es necesario destruir el embrión, lo que lleva a preguntarse: ¿desde qué etapa se puede decir que un embrión es un ser humano con derecho a la vida? Las opiniones están divididas. Para algunos, desde el primer día de gestación. Es el caso de Manuel Santos y del filósofo chileno Alfonso Gómez-Lobo, miembro del consejo de Bioética de la Casa Blanca. “Destruir un humano en los comienzos de su vida para curar enfermedades de los que ya hemos alcanzado la madurez es inaceptable”, dice Gómez-Lobo. En cambio, luego de un arduo debate, los ingleses definieron en su legislación que la “humanidad” empieza con el desarrollo del sistema nervioso, en el decimocuarto día de gestación, así que antes de eso sería lícito destruir embriones con fines terapéuticos. Otros van más allá y cuestionan que un clon deba ser considerado un embrión. “No existen personas que se hayan originado como parte de reproducción asexuada –explica Fernando Zegers, miembro del panel de expertos en reproducción humana de la Organización Mundial de la Salud–. Por ello, la nomenclatura de embrión humano no es aplicable al material clonado”. En todo caso, los científicos parecen estar de acuerdo en algo: si es posible hacer los trasplantes con otras células cuya extracción no implique destruir embriones, éstas deben ser la elección. La alternativa podría ser encarnada por las células troncales adultas que tenemos repartidas en el cuerpo y que están demostrando poseer un rango de diferenciación –capacidad de convertirse en tejidos específicos– más amplio de lo que se pensaba.
fUENTE DE CELULAS MADRES, DESDE BCN.CL, RODRIGO GONZÁLEZ FERNÁNDEZ, BIOET.BLOGSPOT.COM
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Hay menos claridad con la llamada clonación terapéutica, el uso de la misma técnica pero con el fin de obtener embriones que aporten células troncales –aquellas indiferenciadas capaces de convertirse en órganos y tejidos para transplantes–. Los investigadores de Corea probaron, por primera vez, que es posible cultivarlas en un laboratorio y convertirlas en tejidos específicos. La reacción del mundo ha sido más de asombro que de rechazo, porque este experimento abre la posibilidad de tratar una serie de enfermedades que aún no tienen cura. Por ejemplo, se podrían producir tejido para reemplazar las neuronas muertas en un paciente con Parkinson, o células islotas que produzcan la insulina faltante en un diabético. Y como los trasplantes portarían el material genético del propio paciente –el donante del núcleo transferido– no se produciría rechazo inmunológico. Objeciones científicas: La eficacia de las llamadas terapias celulares ha sido bien probada en animales, pero no en humanos. “Y no necesariamente lo que resulta en animales también resulta en nosotros”, comenta el doctor Santos. Además, queda por confirmar si tienen efectos secundarios adversos. El mayor riesgo, añade el médico de la Católica, es que no todas las células transplantadas se alojen en el órgano enfermo, sino que algunas se instalen en tejido sano, proliferen y den origen a un tumor. Objeciones éticas: Para extraer las células troncales es necesario destruir el embrión, lo que lleva a preguntarse: ¿desde qué etapa se puede decir que un embrión es un ser humano con derecho a la vida? Las opiniones están divididas. Para algunos, desde el primer día de gestación. Es el caso de Manuel Santos y del filósofo chileno Alfonso Gómez-Lobo, miembro del consejo de Bioética de la Casa Blanca. “Destruir un humano en los comienzos de su vida para curar enfermedades de los que ya hemos alcanzado la madurez es inaceptable”, dice Gómez-Lobo. En cambio, luego de un arduo debate, los ingleses definieron en su legislación que la “humanidad” empieza con el desarrollo del sistema nervioso, en el decimocuarto día de gestación, así que antes de eso sería lícito destruir embriones con fines terapéuticos. Otros van más allá y cuestionan que un clon deba ser considerado un embrión. “No existen personas que se hayan originado como parte de reproducción asexuada –explica Fernando Zegers, miembro del panel de expertos en reproducción humana de la Organización Mundial de la Salud–. Por ello, la nomenclatura de embrión humano no es aplicable al material clonado”. En todo caso, los científicos parecen estar de acuerdo en algo: si es posible hacer los trasplantes con otras células cuya extracción no implique destruir embriones, éstas deben ser la elección. La alternativa podría ser encarnada por las células troncales adultas que tenemos repartidas en el cuerpo y que están demostrando poseer un rango de diferenciación –capacidad de convertirse en tejidos específicos– más amplio de lo que se pensaba.
fUENTE DE CELULAS MADRES, DESDE BCN.CL, RODRIGO GONZÁLEZ FERNÁNDEZ, BIOET.BLOGSPOT.COM
CUAL ES LA SOLUCION A LA ESTERILIDAD?
DESDE LA BIBLIOTECA DEL CONGRESO NACIONAL: BCN.CL
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En cuanto se divulgó el nacimiento del primer mamífero clonado a partir de una célula adulta, la oveja Dolly (1997), algunos estimaron que la solución definitiva a la infertilidad había llegado. En 2002, el médico norteamericano Panaiotis Zavos y el italiano Severino Antinori anunciaron su propósito de tratar parejas infértiles con la misma técnica. Argumentaron que no se les había ocurrido a ellos, sino que bastaron los primeros titulares sobre la oveja para que le empezaran a llover peticiones del tipo: “mi esposo tiene cáncer y es estéril, ¿puede ayudarnos?” Objeciones científicas: A pesar de las supuestas buenas intenciones, la Federación Internacional de Sociedades de Fertilidad declaró de inmediato no aprobar el uso de la clonación reproductiva y hasta el propio Ian Wilmut, el creador de Dolly, lo consideró “una irresponsabilidad criminal”. La mayor objeción científica es que no es una técnica suficientemente estudiada. Por ahora, los resultados obtenidos con animales no son muy auspiciosos, primero, porque la tasa de fracasos es demasiado alta –para dar origen a la oveja, se realizaron 277 intentos previos–. En el proceso, se producen decenas de abortos debido a malformaciones de los embriones, posiblemente por causa de errores en la reprogramación genética que los científicos aún no controlan. Además, muchos animales clonados que llegan a nacer muestran mutaciones y la mayoría fallece al poco tiempo. La minoría que sobrevive al parecer envejece con mayor rapidez que lo normal. Cuando en un momento de su vida se determinó la edad molecular de Dolly, no correspondía al de una oveja de su misma edad, sino que a la de la que donó el núcleo celular, que tenía entonces siete años. Por eso, todavía siendo joven, padeció artrosis. Objeciones éticas: Aún si la clonación llegara a convertirse en un método seguro, seguirían existiendo reparos morales. “El principal es que la persona humana tiene por sí misma una dignidad intrínseca, propia de su condición –explica Juan Pablo Beca, experto en bioética de la Universidad de Chile–. Eso significa que un humano no puede jamás ser usado como instrumento o medio. Una persona es un fin en sí mismo”. Atentaría contra esa dignidad crear clones –con todos los descartes que hay que hacer en el proceso– para tratar una condición como la esterilidad. Ante esas objeciones, sus defensores han recordado que cosas parecidas se dijeron de la fertilización in vitro –procedimiento en el que también se descartan embriones–. Pero el doctor Alberto Costoya, jefe del equipo que logró el primer niño de probeta de la región, distingue entre ambas técnicas. “No se pueden comparar –dice–. La clonación no es una herramienta más de fertilización asistida, escapa a nuestro quehacer. Ayudamos a aquellas parejas que, con relaciones regulares, no pueden tener hijos. Con la clonación se acaban la pareja y las relaciones regulares. Se cambia un proceso miótico que ha regido durante toda la evolución por otro propio de parásitos unicelulares”
Desde la bcn.cl, solucion a la esterilidad, bioet.blogspot.com, Rodrigo González Fernández
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En cuanto se divulgó el nacimiento del primer mamífero clonado a partir de una célula adulta, la oveja Dolly (1997), algunos estimaron que la solución definitiva a la infertilidad había llegado. En 2002, el médico norteamericano Panaiotis Zavos y el italiano Severino Antinori anunciaron su propósito de tratar parejas infértiles con la misma técnica. Argumentaron que no se les había ocurrido a ellos, sino que bastaron los primeros titulares sobre la oveja para que le empezaran a llover peticiones del tipo: “mi esposo tiene cáncer y es estéril, ¿puede ayudarnos?” Objeciones científicas: A pesar de las supuestas buenas intenciones, la Federación Internacional de Sociedades de Fertilidad declaró de inmediato no aprobar el uso de la clonación reproductiva y hasta el propio Ian Wilmut, el creador de Dolly, lo consideró “una irresponsabilidad criminal”. La mayor objeción científica es que no es una técnica suficientemente estudiada. Por ahora, los resultados obtenidos con animales no son muy auspiciosos, primero, porque la tasa de fracasos es demasiado alta –para dar origen a la oveja, se realizaron 277 intentos previos–. En el proceso, se producen decenas de abortos debido a malformaciones de los embriones, posiblemente por causa de errores en la reprogramación genética que los científicos aún no controlan. Además, muchos animales clonados que llegan a nacer muestran mutaciones y la mayoría fallece al poco tiempo. La minoría que sobrevive al parecer envejece con mayor rapidez que lo normal. Cuando en un momento de su vida se determinó la edad molecular de Dolly, no correspondía al de una oveja de su misma edad, sino que a la de la que donó el núcleo celular, que tenía entonces siete años. Por eso, todavía siendo joven, padeció artrosis. Objeciones éticas: Aún si la clonación llegara a convertirse en un método seguro, seguirían existiendo reparos morales. “El principal es que la persona humana tiene por sí misma una dignidad intrínseca, propia de su condición –explica Juan Pablo Beca, experto en bioética de la Universidad de Chile–. Eso significa que un humano no puede jamás ser usado como instrumento o medio. Una persona es un fin en sí mismo”. Atentaría contra esa dignidad crear clones –con todos los descartes que hay que hacer en el proceso– para tratar una condición como la esterilidad. Ante esas objeciones, sus defensores han recordado que cosas parecidas se dijeron de la fertilización in vitro –procedimiento en el que también se descartan embriones–. Pero el doctor Alberto Costoya, jefe del equipo que logró el primer niño de probeta de la región, distingue entre ambas técnicas. “No se pueden comparar –dice–. La clonación no es una herramienta más de fertilización asistida, escapa a nuestro quehacer. Ayudamos a aquellas parejas que, con relaciones regulares, no pueden tener hijos. Con la clonación se acaban la pareja y las relaciones regulares. Se cambia un proceso miótico que ha regido durante toda la evolución por otro propio de parásitos unicelulares”
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Un estudio publicado por la revista Science en febrero de 2004 hizo realidad lo que los cuentos de ciencia-ficción venían anticipando hace décadas. Científicos de la Universidad Nacional de Corea del Sur crearon más de 30 embriones humanos por clonación –transferencia del núcleo de una célula adulta a un óvulo–, a los que les extrajeron células madre para cultivarlas y transformarlas en neuronas. Es cierto que los embriones nunca fueron implantados en úteros, pero de haberlo sido, en teoría su desarrollo habría continuado hasta convertirse en niños. Es decir, hoy la clonación de hombres es algo real y no se requieren laboratorios ultramodernos para hacerlo. “Cualquier centro que estudie la biología del desarrollo o que haga reproducción asistida tiene la tecnología”, asegura Manuel Santos, genetista de la Universidad Católica. El hecho sorprende a muchos países sin normas que regulen estas prácticas. La razón de la demora es que todavía se desconocen todas sus aplicaciones y riesgos, además de que ha obligado a responder preguntas tan fundamentales como cuándo empieza la vida. Marcos legales Entre los países que ya han legislado al respecto, hay algunos que penalizan la clonación humana en sentido amplio, como Perú (2002) y Australia (2002). Por su parte, la Unión Europea no ha elaborado ninguna norma específica, pero desde su “Carta de los Derechos Fundamentales” incita a los Estados miembros a adoptar normas nacionales contrarias a esta tecnología. En Estados Unidos, el Gobierno y el Congreso han manifestado interés en prohibir toda clonación y, sobre todo, negarle aportes de fondos públicos. Actualmente, hay siete iniciativas en trámite, cinco en la Cámara de Representantes y dos en el Senado. Otros países han preferido distinguir entre clonación reproductiva y terapéutica –destinada a obtener células troncales para trasplantes–, siguiendo las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud, que en 1999 afirmó la admisibilidad de esta última. Singapur, por ejemplo, aprobó en el año 2002 la clonación de embriones humanos para extraer células entre los 5 a 14 días de su desarrollo. En 2001, Japón dictó una ley que permite la experimentación con embriones humanos clonados si sigue una normativa aún en redacción y si está destinada a desarrollar nuevas terapias. El 8 de marzo de 2005 la Asamblea General de la ONU adoptó una declaración sobre la clonación humana, que pide a los Estados miembros de las Naciones Unidas prohibir todas las formas de duplicación que sean incompatibles con la dignidad y la protección de la vida humana. La declaración - aprobada con 84 votos a favor, 34 en contra y 37 abstenciones - refleja los insumos de las posturas divergentes debatidas por los Estados miembros. En Chile ya fue aprobado un proyecto del Senado que regula la investigación genética. Su artículo 11 prohíbe “la clonación de seres humanos y cualquier intervención humana que dé por resultado la creación de un ser humano genéticamente idéntico a otro, vivo o muerto”, entendiendo por “idéntico” que posea el mismo material genético. Da lugar a la clonación de tejidos y órganos para uso terapéutico, pero agrega que “en ningún caso podrán usarse para tales fines embriones humanos”. Así, de ser aprobado, lo que hicieron los científicos de Corea del Sur sería ilícito. Pero el escenario aún puede variar a medida que se va engrosando la lista de ventajas y desventajas de sus aplicaciones.
Desde la biblioteca del Congreso Nacional bcn.cl, la clonación humana, saludos Rodsrigo González, bioet.blogspot.com
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