comités de Ética Asistencial | |||||
Miguel Massanet | |||||
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"Con su trabajo el médico efectúa el diagnóstico, pronóstico, y tratamiento de la enfermedad. Su actividad profesional se dirige al ser humano enfermo. Por ello debe mostrar en todo momento un comportamiento moral alto. La responsabilidad de sanar a otro le exige una conducta excelente". Estas palabras las he podido leer en un artículo del doctor Xavier Sarrías Lorenz del Hospital Universitario de Bellvitge, Barcelona. Es pues evidente y, de ello, se ocupa el Juramento Hipocrático que obliga a todos los médicos, que la función de los que practican la carrera de medicina no es otra que sanar a los enfermos y, en caso de no poder hacerlo, de procurarles los medicamentos para hacerles más llevadera su enfermedad. El mencionado doctor pertenece al Comité Ético Asistencial del mencionado centro sanitario. No obstante, veamos lo que nos dicen los miembros del Comité de Bioética de la Generalitat sobre el aborto libre. Y es probable que ante este enunciado ustedes se pregunten ¿qué es lo que tienen que decir sobre un tema ajeno a lo que cae bajo la competencia de los médicos, como es el hecho de que las mujeres decidan o no conservar el feto que llevan en su vientre? Yo también me he hecho la misma pregunta sin encontrar ninguna respuesta satisfactoria. Al parecer, nuestra ministra de Igualdad, este ministerio fantasma que se inventaron para encontrarle una colocación a la pupila del señor Chávez, de Andalucía; como no tenía nada mejor a que dedicarse y dejando fluir sus impulsos feministas y, por qué no decirlo, el deseo de que se notara que formaba parte del Gobierno; decidió poner sobre el tapete el tema del aborto. Como no se podía esperar otra cosa en una lerda sobre el tema, no se conformó con buscar unos pequeños retoques a los tres supuestos en los que, en mala hora, la ley permite el aborto, sino que decidió que, puestos en faena, lo mejor era dar la campanada y levantar la veda para que las mujeres tuvieran más facilidades para librarse de los embarazos no deseados (una forma eufemística de encubrir el sacrificio de seres con derecho a la vida). En esta cultura de la muerte, a la que son tan aficionados los socialistas, parece que se han repartido los papeles de seguidores de Jack el Destripador, entre el ministro de Sanidad, señor Soria (el del currículo "amañado") y la inefable Bibiana Aído la feminista de la Igualdad. Si el uno se ha empeñado en facilitar la eliminación de estorbos, quiero decir enfermos que, según su "amplio criterio", deben ser sedados para enviarlos al otro barrio; la señora Bibiana ha escogido el papel de Herodes favoreciendo la matanza de los Santos inocentes. Lo curioso es que, unos y otros, exhiben como coartada los derechos de los ciudadanos a decidir sobre sus vidas y la forma en la que quieren disponer de ellas. Esto supone, como es fácil de deducir, que, cuando se habla de los derechos de la mujer sobre la "autonomía productiva" no se están refiriendo a la opción de abstenerse del sexo o de practicarlo, con medio para evitar el embarazo; no, no, señores, se trata de otorgarles el derecho de decidir sobre la vida del ser que se está gestando en su vientre. Estamos hablando pues de una colisión de derechos, el del nasciturus de exigir al derecho a vivir y el de la madre de matarlo, para quedar libre de la molestia que le supone el embarazo. Lo macabro de este tema, lo deleznable de este relativismo al que nos vemos abocados por las teorías de las feministas, que defienden que la mujer pueda decidir si deja vivir o asesina al feto; es que estamos contemplando un acto contra natura; una violación de las leyes naturales y la negación del derecho a la vida de un ser perfectamente dotado para integrarse como un nuevo ciudadano. De ahí la importancia del informe que ha emitido, a petición de la Generalidad, esta denominada comisión Bioética. Sus conclusiones han sido de una sordidez, frialdad y crudeza capaces de producir escalofríos al criminal más insensible, pues su decisión final ha sido: "la interrupción voluntaria del embarazo debe estar garantizada por la Sanidad pública ya que la mujer tiene derecho a la autonomía productiva", o sea, para quien no lo haya entendido: la mujer puede cargarse al feto cuando le dé la gana. Y esta misma comisión que, por cierto, ¿cuándo van a dar la cara y dejar de esconderse detrás de unas siglas, para que todos podamos ver los rostros de semejantes lumbreras?, seguramente se rasgaría las vestiduras si se aplicara la pena de muerte a un terrorista que se hubiera cargado a mil personas. Se confeccionaran relaciones de pederastas para proteger a los niños de semejantes sátiros, pero no se confeccionaran listas de las madres que aborten asesinando a los bebés que llevan en sus vientres. Pero lo más sangrante es que, por si fueran pocas las facilidades que se les daban a las madres desnaturalizadas para abortar, con los tres supuestos vigentes, ahora, los de esta famosa Comisión de Bioética (un insulto para el concepto de ética, que supone una conducta moral y recta), han decidido que la interrupción podrá llevarse a cabo en cualquier supuesto, dentro de las 24 primeras semanas del embarazo ¡seis meses, señores! Un niño ya completamente formado al que se le clavará el bisturí para que su madre pueda continuar fornicando a su placer y matando a todos los nuevos seres que se deriven de su lujuria. Pero aquí hay un componente que no debemos perder de vista. El negocio, señores, el negocio y la pela es la pela. Cien mil abortos, la mayoría ejecutados en clínicas privadas son muchos millones de euros, a los que los médicos, sin conciencia, que se prestan al sacrificio de seres inocentes, no les hacen ascos. Ahora, con la ayuda del llamado Comité de Bioética no hay duda de que podrán continuar forrándose, todavía más, con todos los nuevos casos que, la ampliación de los plazos, les van a proporcionar. Y, a todo esto, ¿qué dicen los colegios de médicos? Y ¿cómo lo contemplan los democristianos de Unión Democrática?, o ¿cómo esperan pararlo los del PP? Será de ver como lo justifican los cristianos que votaron al PSOE, aquellos que se fiaron de ZP y le permitieron que se hiciera de nuevo con el poder. Los crematorios rebosarán de despojos y los bisturís continuarán masacrando a las inocentes víctimas, pero no creo que todos los que participen en esta orgía de crímenes contra la humanidad, tengan una sola hora de descanso para sus conciencias, verdaderos pozos de iniquidad y satanismo. |
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Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en RSE de la ONU
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