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lunes, septiembre 07, 2009

150 años de "El origen de las especies"

150 años de "El origen de las especies"

Juan de Dios Vial Correa | Sección: Historia, Sociedad
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01-foto-1-autorEn 1859, Darwin publicó "El origen de las especies", libro fundamental de la ciencia moderna en el cual se atribuye la enorme diversificación de los seres vivientes a un mecanismo básico: la "Selección Natural", a la que Darwin define diciendo: "…esta preservación de variaciones favorables y rechazo de variaciones dañinas es lo que llamo Selección Natural".

El libro es un "largo argumento" a favor de esta tesis de que hay una "lucha por la existencia" que conduce "a la preservación de cualquier desviación favorable de la estructura o del instinto".

Los datos aportados por Darwin eran ya impresionantes, y desde sus días han crecido sin cesar. Lo que él hacía –frente al complejo mundo de la biología de su tiempo– era proponer un mecanismo sencillo y de amplísimo, si no universal, valor. Para la constitución de la variedad de seres vivos, la lucha por la existencia, que es inevitable desde el momento en que el número de ellos crece más rápidamente que su posibilidad de sustentarse, determina que a la larga vayan sobreviviendo los mejor dotados.

Esto no significa que se produzca ningún "perfeccionamiento", sino que hay un proceso continuo y oportunista que fluye sin cesar y que aprovecha a cada paso los cambios que mejoran las posibilidades de sobrevida y expansión del grupo de que se trate. Y por supuesto que lo que hoy es una ventaja puede transformarse mañana en una desventaja y perjudicar al grupo afectado, determinando incluso su extinción.

01-foto-2Es difícil exagerar la importancia que esta propuesta tenía para la ciencia en general. Desde el siglo XVII, y principalmente por obra de Galileo, ésta se había venido transformando en una comprensión de los "mecanismos" que operan en la naturaleza. Esta concepción que había sido utilísima en física por ejemplo, se estrellaba con la organización y funciones de los seres vivos que parecían todas estructuradas no sólo por el juego de mecanismos, sino que también "con vistas a una finalidad", según la idea de Aristóteles.

Pero un mecanismo carece de por sí de finalidad. Él es por naturaleza ciego: se lo define por el comportamiento de los elementos involucrados y no se le puede atribuir ningún objetivo particular. La introducción de la selección natural como mecanismo fundamental en los seres vivientes equivalía a decir que en su evolución no se daba ninguna tendencia al perfeccionamiento o progreso, y que si este ocurría, era por obra del azar, de las múltiples e imprevisibles combinaciones entre las variaciones de los organismos y las variaciones de sus ambientes.
Esto significaba que el ser humano, al que se figuraba como una ramita terminal en el árbol de la evolución, era básicamente un producto del acaso. El ciego juego de las interacciones materiales lo había producido. La selección natural era sólo una ley más de la materia, y ella caracterizaba la vida de los seres orgánicos. Para algunos biólogos importantes, ella era una manera de definir el proceso de la vida.
Esta concepción hacía entrar a las ciencias de la vida dentro del campo que para la ciencia en general se había definido en el siglo XVII. Especialmente Descartes había sido enfático en desterrar la "finalidad" del estudio de la naturaleza y el planteamiento de Darwin parecía coronar el esfuerzo brillante de la nueva ciencia.

01-foto-3-pero-de-inmediaPero de inmediato se generaron polémicas porque el origen del hombre aparecía dependiente de interacciones materiales que obedecían al azar. Hoy todavía se debe preguntar si es verosímil que el hombre sea sólo un conjunto de mecanismos, y si no hay algo que lo hace radicalmente diferente del resto de los seres vivos.

Son por supuesto innumerables los datos que fuerzan a pensar que el ser humano se originó en la evolución biológica, y que en él ha operado y opera la selección natural.

Pero sería una ceguera no reconocer que el hombre le ha traído algo enteramente nuevo al concierto de los seres vivos.

En un tiempo comparativamente muy corto (unos pocos cientos de miles de años), el hombre ha seguido un camino radicalmente distinto del de cualquier especie biológica que conozcamos. Ha poblado toda la Tierra, se ha instalado en los más diversos ambientes, recurriendo al manejo técnico de la naturaleza. Se ha multiplicado en forma impresionante. Ha generado una asombrosa riqueza de culturas. Ha generado el lenguaje en el que viven la poesía, las leyes y las ciencias. En los tiempos de la evolución biológica, es cortísimo el espacio que separa la pintura rupestre de la arquitectura contemporánea. ¿Para qué seguir? Cualquiera puede intentar el inventario interminable de lo que el hombre ha hecho para cambiar el planeta y para cambiarse a sí mismo.

01-foto-0-portadaLo que más asombra, sin embargo, no es la inmensa variedad de realizaciones humanas, sino que el hecho de que todas ellas reconocen una dimensión que es nueva y distinta en la vida en la Tierra. Su raíz es el "proyecto", la visión de un futuro, sea este modesto o grandioso. Todas ellas se hacen "para algo", y en eso son básicamente distintas de los mecanismos. El mecanismo opera con las fuerzas de presente, el hombre construye un futuro, representándoselo, dándoles existencia a cosas que todavía no están.

Mirando desde la ciencia, podría ser que toda la naturaleza fuera mecanismo. Para nosotros, en cambio, toda la vida es proyecto. Estamos, por supuesto, sujetos a la selección natural y a todas las demás leyes de la materia. Pero hay una ley de los entes materiales que nos es propia: vivimos de futuro, de proyecto.

Es por eso que el hombre va generando instrumentos para llegar a entenderse con la realidad que se le va presentando. De esos instrumentos, los más valiosos son los del pensamiento, y entre ellos contamos por supuesto al gigantesco desarrollo de las ciencias naturales. Todo, absolutamente todo lo que sabemos de cualquier cosa, se ha generado en el hombre; pero en último término se explica en su proyecto incesante de penetrar la realidad.

Lo cual nos desafía con la pregunta tantas veces repetida: ¿Qué es el hombre? Y nos estimula a buscar otros instrumentos, distintos de las ciencias de la naturaleza, aunque no contradictorios con ellas, que nos permitan entendernos con este misterio que somos nosotros mismos, y con esta condición única de vivir de proyectos y de vivir abiertos hacia el futuro.

FUENTE : VIVACHILE.ORG
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Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en RSE de la ONU
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